marzo 03, 2018
Aprendizaje Funcional
Un objetivo fundamental que me planteo siempre que empiezo una terapia es que la persona -niña, niño, adulto, mayor, adolescente- conozca y compruebe la utilidad de cada aspecto trabajado.
El lenguaje, hablado o escrito, tiene una utilidad. Una funcionalidad. Es una herramienta: para comunicarnos, para hablar con nosotros mismos, para organizarnos, para crear, para aprender, para pensar, para explicar…
Por eso, el efecto negativo de una dificultad de lenguaje es multiplicador, entorpece muchas áreas; pero, de la misma forma, el efecto positivo de su conocimiento y superación también es multiplicador.
La experiencia me ha demostrado que, incluso personas con daños neurológicos importantes, pueden captar de diferentes maneras para qué sirven las tareas que abordamos.
¿Qué ocurre muchas veces? Que los niños no comprenden ni por qué hay algo erróneo, ni cómo hacerlo de otra forma, ni para qué.
Hay estrategias muy útiles para que, por ejemplo, un chico o chica con dificultades para redactar, aprenda a organizar la información. Es clave conseguir que, desde los primeros momentos, el chico viva la utilidad de esa organización.
¿Y cómo hacemos esto? Pues con tareas en las que podamos ver, manipular, constatar, practicar: hacer sencillo lo que estaba enmarañado.
Y, siempre, despertando el interés.
Siguiendo estos pasos, integrará la estrategia de forma natural y para mucho tiempo.