marzo 24, 2018

Dislexia: hablando claro

Ilusión

 

Un 80% de las personas con trastornos  específicos de aprendizaje son disléxicas, según el National Institute of Health.

Estamos ante la dificultad de aprendizaje más frecuente, que realmente origina un fuerte estrés emocional y fracaso escolar si no se detecta y  trata a tiempo. Es el efecto «bola de nieve» que nos encontramos, por desgracia, muy frecuentemente en las alteraciones del lenguaje: en el sistema educativo,  la lectura está presente en la práctica totalidad de las horas de clase.  Al niño que tiene dificultades en superar las primeras etapas de aprendizaje de la lectura, cualquier asignatura se le convierte en una frustración continua. La resolución de problemas en matemáticas, la lengua, las ciencias naturales, sociales, leer un cuento, etc, le suponen al niño un cansancio mental muy grande, ya que se le exige algo que no puede abordar. Las niñas y niños con estas dificultades necesitan apoyo logopédico especializado, cuanto antes.

El efecto negativo del «Vamos a esperar, a ver qué pasa» es multiplicador: sólo va a conducir al estrés y agotamiento del alumno y de su familia.

Los padres encuentran que su hijo rechaza hacer los deberes y tarda excesivamente en tareas simples. Además, no lo entienden, pues ven «que su hijo es inteligente». Sin embargo, observan  que lee de forma lenta, interrumpida, que «parece que no se fija», y no llega a comprender las oraciones ni los textos:   y es que todo el esfuerzo del niño está volcado  en intentar «descifrar» cada letra y su orden en cada sílaba y en cada palabra (aunque este esfuerzo mental no se perciba «desde fuera»).

Aunque no debemos  hacer un diagnóstico de dislexia hasta, aproximadamente, los 8 años, la labor preventiva empieza mucho antes -con 6 años e incluso antes podemos detectar dificultades relacionadas-:  poner «etiquetas» no es lo más importante. Lo que hace falta, cuanto antes,  es darle al niño las herramientas necesarias para poder leer y escribir, y estimular un adecuado desarrollo fonológico (organización de los sonidos del lenguaje).

Hoy día, disponemos de pruebas elaboradas por los más reconocidos investigadores, pruebas basadas en las evidencias científicas más recientes, que nos permiten detectar si un niño, desde los 6 años y medio,  está en riesgo de padecer dislexia. Estas pruebas nos indican claramente si hay ausencia de riesgo, o bien si el riesgo es leve, moderado o alto.

Los hallazgos científicos permiten que podamos ir afirmando que:

  • La dislexia no responde a terapias de tipo «optométricas» o visuales; las alteraciones que presentan los niños con dislexia no son consecuencia de una disfunción oculo-motora, sino que estas disfunciones son secundarias a su procesamiento del material lingüístico.
  • Los niños disléxicos tienen en común, además de las alteraciones en lectura, escritura y ortografía,  dificultades importantes a nivel de organización o conciencia fonológica.
  • Se están encontrando indicadores de dislexia en habilidades como la fluidez verbal, la capacidad de denominación,la memoria operativa o la estabilidad postural.

Con ayuda especializada y los apoyos necesarios, los niños y niñas con dislexia conseguirán ir leyendo de forma más fluida, mejorar su comprensión lectora e, incluso, ¡disfrutar leyendo!

 

Leave a Reply